sábado, 3 de diciembre de 2011

Historia de amor en el año 2012.

El arte, en sus diversas formas como pintura, música, teatro, danza, literatura nos ayuda para conectarnos con la parte más íntima de nosotros mismos.

Luego de esta introducción, aquí comienza la historia, espero que llegue al rincón del corazón que la esté necesitando en este momento…







El sueño

     El Prado estaba solitario, las sombras se movían rápido en aquel atardecer, en la plaza las hamacas eran agitadas por el viento, a lo lejos se oían las campanas de una iglesia, pasé corriendo  a través de los pinos en una carrera desenfrenada.
 Hace algún tiempo, tuve un lapso en que por un accidente de tránsito había perdido la memoria,  hasta que   empecé a recordar ya había transcurrido un tiempo considerable, una parte de mi vida quedó en el vacío, estuve algunos meses sin saber quién era, como sumergido en un largo sueño. Cuanto tiempo ha pasado...
Estuve en un lugar de recuperación, el médico tratante simplemente ordenó la internación.    Era un lugar en el que estaba aislado de otros pacientes, ahí el tiempo no parecía transcurrir. Pasado este lapso, tuvo lugar aquel encuentro largamente anhelado por mí, por fin me habían dado el alta, estuvimos un tiempo comunicados por teléfono, pero las llamadas eran controladas y duraban poco. Al salir de allí no supe dónde encontrarla, las busqué por todas partes sin éxito. Hasta que por fin aquella tarde me envió un mensaje, entonces solo quería llegar y encontrarme con ella, necesitaba volver a verla, aunque muy dentro de mí sabía que posiblemente sería una despedida. Nuestros caminos alguna vez en sintonía se bifurcaron inevitablemente hacia la nada, me preguntaba cómo había sido posible llegar a ese momento.
 Después de correr unos minutos por el Prado, en la entrada aminoré la marcha al borde mis fuerzas, casi sin aliento, el guardia me deja pasar señalándome que en media hora cierran la entrada al público. Seguí trotando un poco más adentrándome por la arboleda del Jardín Botánico. Por fin la pude ver. Ella estaba en el lugar de la fuente que tanto le gustaba, alrededor todo me parecía bello, los árboles con su color otoñal, el pasto húmedo, se la veía radiante y muy  feliz, lágrimas inconscientes rodaban suavemente por mi nariz hasta la boca, con respiración agitada me acerqué. Desde la separación muchas cosas habían cambiado en mí, al verme llegar simplemente sonrió y dijo:
-Hola Sebastián… bienvenido a la vida...
....................................................................................

     Aquella mañana desperté sudoroso y algo agitado, la imagen del sueño había sido perturbadora, sentía que me faltaba el oxígeno, asfixiado di un empujón a la ventana, entró una brisa fresca, el día se mostraba soleado y hermoso, el aire del mar me llenó los pulmones, miré al horizonte y entonces recordé al pescador que iba todas las mañanas a la escollera. El viejo muelle era su lugar, rodeado por el coloso de granito rosado que es  la rambla de Montevideo, sentado en las rocas decía que la pesca era su meditación, pensé que tal vez me haría bien hablar con él, tenía un don, era vidente o algo así y mucha gente lo consultaba, pero a la mañana prefería la soledad de la pesca. Me llamaba la atención su amistad con las gaviotas, lo asediaban y el las alimentaba mansamente.






Esa mañana eran muy abundantes lo cual llamaba la atención. Al verme llegar no pareció sorprenderse.
-Hola Seba - saludó amablemente - Es bueno que estés acá, justo me estaba acordando vos, te esperaba.
_Bueno… gracias- dije titubeando al tiempo que me acomodé en una roca, un poco intrigado estuve un buen rato sin moverme  mirando el agua.
-Es bueno hacer algo lento para pensar y buscar tranquilidad- dijo mientras tiraba de la caña y sacaba un pejerrey-  Pareces un poco triste. ¿Seguís yendo al grupo?
-Ahora dejé un poco, vengo tocando fondo, tengo problemas don Vicente...
-¿Qué te está pasando?- Me preguntó a la vez que volvía a tirar la línea.
-No entiendo a las mujeres- Le respondí
-Bueno compañero, a lo mejor estás hablando de una y no de todas.
-Sí,  es que tengo problemas con mi compañera.   A veces creo que no es lo que yo quería para mi vida. Aunque pienso mucho en ella y…
-Y ¿no estarás pensando en ella como una pertenencia, un objeto más en tu vida en vez de  como un ser independiente de vos?
-Bueno pero de hecho yo la quiero, es mi chica.
-Y si hablamos de amor, ¿Crees que el amor es un sentimiento egoísta?
-No, creo que no, no el amor no puede ser un sentimiento egoísta, ¿o… si?
-Bien, ¿y no te parece un poco posesivo hablar de ella como  tu chica?
-Es que no lo entiendo de otra manera.-Alcé la vista y vi que las gaviotas nos empezaron a rodear.
-El grupo lo dejé.
-¿Y qué pasó?
-Fue un día de terror, nada me parecía estar bien, discutí con Paula, discutí en mi trabajo, y me peleé con el coordinador del grupo.
- ¿Y a que se debió?
-Si estaba, “sacado”, en cuanto al  grupo no podía entender que en la  terapia hubiese celos, envidia, competencia, no aguanté y se lo dije en la cara, no me la doy de “superado” pero ya me venían fastidiando.
-Y no le ves alguna solución, tal vez puedas aportar algo,  en vez de enojarte tanto, estamos en un camino de aprendizaje y todos tenemos algún conflicto que resolver, y  que pasó con Paula.
-No veníamos muy bien y se largó, se fue sin decirme nada, no sé dónde está es un misterio.
-¿Está desaparecida?
-Lo único que sé es que no la secuestraron, sus padres dicen que está bien, pero que no podían decirme más nada, y no atiende el celular, ni responde los mensajes.
El día estaba soleado, el sol brillaba sobre el agua, la pesca siguió, Vicente alimentó a “sus” gaviotas que no se apartaron ni un momento, las olas empezaron a agitarse, yo estaba como extasiado mirando el mar, de pronto me palmeó el hombro y dijo:


-Cuando llegaste diciendo “tengo problemas, no entiendo a las mujeres”, vimos que estabas generalizando mucho. Es un conflicto de enamorados, que hay que resolverlo y no es un asunto menor, pero calma no es el fin. Al hablar posesivamente, esa creencia origina tu problema. Pero no te preocupes la mayoría de la gente piensa así. ¿Qué pasó en el grupo?
-Ya veníamos mal, pero esa noche la discusión empezó por el calendario Maya.
-¿Por la Profecía?
-Sí- Miró al horizonte, el día estaba hermoso, el sol brillaba, el color del agua era de un azul espectacular.
- Yo creo que se están tomando muy livianamente ese asunto.
-¿Viste la película, 2012, que te pareció?
- El fin del mundo no es algo para bromas.
-¿Crees literalmente que es el fin?-la voz me tembló un poco.
-Llevo algún tiempo estudiando el calendario, las figuras, estoy seguro que se viene algo muy grande, no sé exactamente si el fin o que cosa, pero se avecinan cambios drásticos. De algo sí estoy muy seguro: En tiempos remotos fuimos visitados por seres de otra Galaxia, algunas civilizaciones  tuvieron contacto con ellos, ya que disponían de una tecnología que hasta hoy no conocemos, nunca te has preguntado ¿cómo hicieron para transportar esas enormes rocas y levantar obras tan monumentales?
-¿Como las Pirámides? Escuché interesantes teorías sobre  las líneas del desierto de Nazca.
-Si, también los mayas levantaron enormes Pirámides. Se calcula que algunos  bloques de piedra van de 400 a 2000 toneladas, y están ensamblados con una perfección tal que en las uniones no pasa el filo de una Gillette.
-Si muchas veces me lo pregunté, creo que es un gran misterio.
-Sigue siendo un enigma ¿Y por eso fue la discusión?
- Fue la gota que derramó el vaso.
Simplemente respiró y dijo:
-Bueno, aún no es el fin.
-Es un gran dilema.
-Y qué dices de Paula, que piensas que le pasó  a ella?
-No lo sé, la última vez que  hablamos la noté algo extraña, rara.
-¿En qué te pareció rara?
-Estaba como ausente, tenía dibujado un lunar en la frente, y su ropa era de lo más exótica, no parecía la misma, me sorprendió un poco, me dijo algo   del desapego pero no entendí si se refería a las cosas materiales o a nuestra relación. ¿Qué te parece?
-Para mí el desapego no es desinterés ni abandono de las cosas-aseveró Vicente- Quizás tenemos que dejar atrás esa actitud de  “yo te amo para que me ames”, “yo te amo si me das algo a cambio”, que es un modo de manipular y negociar sentimientos, gran parte de las personas viven así.
-¿Pero eso no es cosa de monjes? –Pregunté algo apabullado.
-Bueno, no se trata de  encerrarse en un templo y renunciar a todas las cosas materiales, básicamente es dar sin esperar recibir, sin esperar un resultado por lo que estamos dando.
-¿Crees que el amor debería ser así, no es un poco idealista eso?- Y lo miré porque me pareció que le causó gracia mi comentario- Un poco tal vez, que se yo.
-Difícil entenderlo y aplicarlo en una relación de pareja-contestó- es más factible en el amor de padres a hijos, en el evangelio hay unas sabias palabras, una de ellas es: “vosotros siendo malos sabéis dar buenas dádivas a sus hijos”.
-Sí pero no entiendo muy bien...
-Es como la ley de atracción, lo que damos es lo que nos vuelve, y la mayoría de las  veces multiplicado.
-¿Se trata del Karma?
-Se trata de tu vida y de ser feliz

Pasamos el día allí, almorzamos en el lugar, volvimos al atardecer.
Esa noche no pude dormir.
Al día siguiente volví a la rambla.
Me acerqué al lugar donde estaba Vicente que se alegró al verme.
Aquel día la pesca era abundante, las gaviotas estaban por todas partes, después de un rato sin hablar me animé y le dije:
-Creo que ya sé quién soy.
-¿Qué...?
-¡Que ya sé quién soy!
-¿Cómo...?
Tal vez no escuchaba por el ruido de las olas
-¡Sé quién soy!-Grité, y acercándose preguntó:
-Estás seguro, ¿Y quién sos?
-Me veo por dentro y descubro que soy lo que otros han hecho de mí,...
-¿Ah sí y desde cuándo?
-Desde que nací...
-Explícame un poco...
-Desde que nacemos nos marcan un futuro, luego nos indican el camino que tenemos que tomar, a través de los primeros años nos van moldeando como arcilla blanda.
-¿Crees en Dios?
-Sí creo, y también nos inculcan la forma de creencia, en fin pienso que he sido formado a imagen y semejanza de la sociedad y sus modelos. Últimamente estoy desconfiando mucho de la historia.
-¿Y por qué esa desconfianza?-
Seguramente él ya lo sabía pero quería oírlo de mí así que respondí con otra pregunta:
-¿Acaso lo que en ellas hay no es sólo la historia que algunos nos contaron del mundo y de cómo deberíamos comportarnos en él, la historia de los ganadores?
Esperó unos minutos para hablar, acomodó la caña, miró  el paisaje, luego de tomar un mate por fin habló:
-Al empezar el camino todos, de una forma o de otra, nos  cuestionamos la vida que venimos llevando, creo que resolviste parcialmente la primer incógnita pero, falta un detalle-.y dijo mirando al horizonte-Que somos más que el personaje que decimos ser, la pregunta “¿Quién soy?” va más allá de eso, va a la esencia del ser.
-¿Por qué puedo ser más que el personaje?
-¡Ah porque podes salir del rol y cambiar de personaje! Podes ser escritor, actor, músico, periodista, jardinero, electricista, albañil, hijo, padre, pero todas esas cosas solo hablan de algunos roles que podemos desempeñar en la sociedad y no se refieren a  la esencia del ser que está en nuestro interior.
Pasó la tarde, llegó la noche, regresé solo a casa. Ya acostado reflexioné sobre el último encuentro que tuve con ella; recordé aquel sueño extraño que tuve varias veces: La imagen  se parecía a Parvati, una diosa hindú, estaba brillante en todo su esplendor y su luz iluminaba toda la habitación, la miré y un poco asustado quise caminar hacia ella como para tocar su manto, a medida que me  aproximaba me sonreía, me extendió su mano, detrás había una fuente rodeada de árboles que por alguna razón me parecieron muy familiares, y la bruma tendía un manto blanco sobre el lugar,  fueron unos minutos de respiración cortada... cuando por fin la alcancé me di cuenta que solo era un cuadro que estaba sobre la pared.



Cuando me repuse, busqué en la agenda el número de Vicente.

-Me gustaría saber si ese sueño significa algo, varias veces seguidas estoy soñando lo mismo y estoy un poco asustado.

Me dio unas palabras de aliento y me dijo que estaba viajando a México, ya estaba camino al aeropuerto  pero que esta mañana, me había a dejado un libro que había encontrado en unas ruinas indígenas, me recomendó que lo lea de vez en cuando, que le había sido muy útil y ahora sentía que me iba a hacer bien tenerlo
- ¡Cuídamelo que es un tesoro, si podes ir ahora, te lo dejé en el lugar de la pesca, lo vas a encontrar en el hueco debajo de la piedra grande, tranquilo que va estar allí hasta que llegues.
-Pero como sabías que…
-¿Que que me ibas a llamar?, no te preocupes, ten confianza.


El libro
-“Ten confianza”- repetí mentalmente- pero… ¿de qué se trata? Escucha…- entonces cortó y no pude seguir hablando. Salí en seguida un poco intrigado y empecé a caminar varias cuadras calle abajo hasta la rambla. Al llegar vi que el lugar estaba rodeado por un manto blanco de gaviotas que posaban allí, empezaron a sobrevolar el sitio cuando me iba acercando pero no se alejaron mucho, llegué a la roca donde Vicente pescaba, bajé la vista miré por el hueco y allí estaba, enseguida pude notar que no era  un  libro común. Tenía unas tapas de cuero algo gastadas, y unos pliegues especiales, no pude contenerme y lo abrí: al hacerlo vi en su interior unas hojas amarillentas plegadas en forma de “biombo” como si fuera una especie de mapa de una textura especial, delicada pero firme a la vez, el papel contenía unos dibujos extraños como jeroglíficos,  al pié de cada página había unas anotaciones en  las pequeñas letras manuscritas, acerqué la vista para tratar de leer las inscripciones:








La luz de Dios no discrimina,
y tampoco la nuestra debe hacerlo.

La lluvia cae sobre  malas hierbas
 igual que sobre las flores,
y el sol brilla en las cárceles
igual que en los templos.

No hay un único camino,
una única declaración.
La luz que brilla para todos
La encontrarás al final del camino
Que hoy empiezas a recorrer
Tranquilo, llegarás, ten confianza:

Las manos me temblaban y el viento de la rambla me incomodaba un poco la lectura. Volví a cerrar el libro y miré para todos lados como buscando una explicación. Empecé a caminar sin rumbo pensando en esas palabras: “La luz que brilla para todos…ten confianza”. De pronto miro y veo que estoy  en la Plaza Gomensoro, allí donde hay un tablero de ajedrez gigante dibujado en el piso y los escolares juegan torneos. Me senté debajo de un árbol y eché un vistazo el mar. Me pregunté si me encontraba soñando o estaba frente a un nuevo misterio. Volví a abrir el libro, era un manuscrito, las tapas eran de cuero, parecía un antiguo códice azteca o maya. Entonces recordé la conferencia a la que asistí unos días antes, acerca de la historia del pueblo Maya, una breve exposición sobre los megalitos y sobre lo que ahora parecía tener entre mis manos:
“Los códices mayas prehispánicos que se conocen proceden de la península de Yucatán (ss. X-XVI). Se vienen  estudiando a partir de 1910, los investigadores determinaron que fueron hechos mediante un proceso que usaba la corteza interna de una variedad del árbol del higo, mejor conocido como amate; entonces esto se trataba con una capa de algo parecido a la cal sobre la superficie, sobre las cuales se escribió con pinceles y tinta. Los Códices fueron escritos en tiras largas de este papel y fueron doblados en forma de acordeón.

El sol brillaba, la gente iba y venía hacia un lado y otro del enorme empedrado, me acomodé más hacia la sombra, las manos me sudaban y empecé a temblar, no podía creer lo que tenía frente a mí, y que Vicente me lo dejara de esa forma tan descuidada diciéndome simplemente que tuviera confianza y que me haría bien leerlo de vez en cuando. El peso de la historia de pronto parecía aplastarme con  las  toneladas de esos enormes megalitos, parecían cobrar vida esos pliegues que se abrían entre mis manos, bajé la vista y traté de concentrarme en lo que podía leer, en las pequeñas letras al pie de los dibujos:
Cuando caen las barreras,
 todas las flores pueden florecer juntas
en un jardín de esplendor sin igual,
un paraíso terrenal.
Todos somos seres divinos.
Hace miles de años que lo sabemos,
 pero nos hemos olvidado.
Y para volver a casa…
 tenemos que recordar el camino.





Escuela de perfección

Me encontraba debajo de aquel árbol al otro lado de la rambla de Montevideo, de pronto me vino como una ensoñación y casi no podía mantener los ojos abiertos, empecé a sentirme cada vez más liviano, instantáneamente sentí que me salí de mi cuerpo físico, empecé a flotar en el aire, al principio fue una elevación gradual, pero de repente la velocidad se incrementó, me vi como atrapado en un remolino, parecía estar entrando en otra dimensión del espacio, llegó un momento en el que tenía que emplear toda mi concentración para forzarme a seguir por lo que sentía como una membrana elástica y pegajosa, sentía que estaba alcanzando otro nivel de percepción y al mirar hacia delante me sentí fuertemente atraído por lo que parecía una luz al final de un túnel. Cuando abrí los ojos me encontraba en un  lugar inmenso, algo así como un templo, pero no podría definirlo bien, mis ropas eran orientales, estaba de túnica y sandalias, apareció un niño que se acercó y empezó a jugar haciendo piruetas delante de mí y demostraciones de levitación, parecía muy feliz, en ese momento pensé que tal vez aquel pequeño ser estaba tratando de enseñarme algo mientras daba vueltas en el aire. Aparté la vista de él y mire el entorno, había mas gente alrededor que no le daba importancia al niño. De pronto aparece alguien con vestiduras sacerdotales y desde un rincón comienza a proferir palabras con una fuerte entonación como de  autoridad.
-Sean todos bienvenidos a la escuela de la vida, aquí no hay un método preciso para aprender, algunas veces basta con prestar atención otras, aprendemos en base a errores repetidos.
Aquella figura sacerdotal me pareció algo familiar, pero no pude definir bien su rostro, después de una pausa continuó diciendo:
-A todos los seres en algún momento de sus vidas se les permite pasar por este lugar, es un espacio-tiempo para el aprendizaje, un descanso en la escalera de la vida.
Aquí alrededor nuestro hay personas que están felices y otras que están sufriendo, algunos creen estar en el paraíso y otros en el infierno, pero están aquí en el mismo lugar que han creado. Para ustedes esta es una escuela y vinieron a aprender sus lecciones para la próxima vida, el desafío será recordar...” La imagen fue haciéndose cada vez más pequeña, de repente no había nada. Luego me encontraba flotando por encima de mi cuerpo físico que estaba dormido, en el cual volví a ingresar suavemente.
“El desafío será recordar” esas palabras quedaron resonando en mi mente.
Cuando desperté todavía me encontraba debajo del árbol en la plaza Gomensoro, abrazado al libro, por un momento sentí un escalofrío por el cuerpo así que me levanté y me dispuse a caminar tan rápido como pude.













Ya en la tranquilidad de casa me preparé un café  con unas tostadas. De tanto en tanto miraba el libro. Encendí un poco la televisión, traté de concentrarme en las noticias pero no podía. Entonces corrí hasta el teléfono, busqué en la agenda el celular de Vicente, marqué el número y me quedé esperando, sonó varias veces, hasta que por fin siento su vos, del otro lado de la línea se escuchaba mucho ruido de fondo-Hola te dejé un mensaje, estoy en viaje.
-         Vicente, necesito una explicación, ¿que este libro?
-         Bueno pues me alegro que ya lo tengas en tus manos, como te habrás imaginado es un viejo códice maya, ha sido una guía en mi camino pues.
-         ¿Tú hiciste las traducciones?
-         No, las hizo un viejo amigo arqueólogo, cuando llegó a mis manos no sabía lo que era, lo encontré en las ruinas del monte Alban ¿has oído hablar de ese lugar?

-Sí es un lugar muy turístico de México, todavía hay  algunas ruinas mayas.

-Exacto, también se la conoce como "Montaña Sagrada".

-Mi respiración se hizo entrecortada mientras seguí escuchando  a Vicente.
-Se sabe de la historia de la región que hace 4,000 años, un grupo de gente de no conocido origen se mudaron a los valles de Oaxaca. Entonces, alrededor del 500 AC un nuevo grupo de gente, los zapotecos, se mudaron a la región. Uno de esos grupos comenzaron la monumental tarea de nivelar lo alto de una alta montaña de 1,600 metros de alto que intersecta y divide tres valles, y de construir Monte Albán con un laberinto de pasajes subterráneos, cuartos, drenaje y sistemas de almacenamiento de agua.
-¿Me podes decir algo más del códice?
    -Los códices fueron creados para conservar y transmitir determinados aspectos de la tradición cultural; establecer una adecuada y periódica comunicación con las potencias que habitaban otros niveles del Universo; facilitar a los sacerdotes la correcta ejecución de los rituales y la enseñanza de las doctrinas cosmológicas, y afectar la marcha de los acontecimientos sociales e históricos...
- ¿Escucha no entiendo bien, que voy a hacer yo con un códice?
-Calma, se dice que el libro poseía la eficacia de una fórmula mágica pronunciada en momentos precisos. Otorgaba ciertas cualidades y prestigio a una categoría de personas, pues era atributo de ciertos sacerdotes, nobles o sabios. Mantenía viva y actuante la memoria étnica, al igual que lo hace el Corán o el Talmud. Presagiaban el destino de las personas de acuerdo a la fecha de nacimiento, su temperamento e inclinaciones, por lo que decían los trabajos que debían de hacer.
-Yo conocía la historia de Champollion, su travesía hacia las Pirámides en la época napoleónica, y como tradujo los jeroglíficos egipcios gracias a la famosa Piedra de Roseta, pero nunca supe de una traducción de los códices mayas.
Del otro lado de la línea se oyó un ruido como de una ráfaga de viento y se cortó la comunicación. Me quedé pensando unos momentos en la conversación, todo esto empezaba a serme cada vez más raro, sobrenatural.
Las manos me empezaron a temblar, tomé el libro entre mis manos que me parecía cada vez más pesado, me lo llevé a la cama, me recosté, puse almohada doble, encendí la portátil  y lo abrí con mucho cuidado, el papel parecía muy resistente para ser algo tan antiguo. El ruido de las hojas al desplegarse parecía dotarlo de vida propia. Seguí leyendo:
Hay grandes verdades, belleza y sabiduría
en todas las tradiciones religiosas.
No es necesario que abandonemos nuestra tradición.
Al fin y al cabo, unas prefieren las rosas,
y en cambio a otros les gustan más
 las flores silvestres o los girasoles.






De pronto comencé a sentirme muy relajado y liviano, un cansancio profundo se apodera de mí, cierro los ojos y diviso  como una luz al final de un túnel, me siento tan liviano que me parece estar subiendo hacia el techo, parece como si una fuerza me elevara y yo simplemente me dejase llevar hacia arriba, parezco  atravesar el techo hacia el cielo, estoy flotando en el aire puedo sentirlo. Comienzo a viajar por el espacio que parece contraerse por una fuerza inexplicable, todo da vueltas a mi alrededor como en un remolino gigante, es una como fuerza que todo lo somete pero que a la vez es relajante, no siento miedo, parece que estoy viajando hacia un lugar desconocido, todo se aleja de mí, no siento frío ni calor, solo una brisa y de pronto la marcha se detiene, me parece escuchar una suave música entonces abro los ojos, el paisaje no me es familiar, hay una bruma alrededor que todo lo envuelve pero ya no estoy  acostado sino con los pies en la tierra, los árboles me parecen extraños, con enormes ramas que tocan el suelo, comienzo a dar pasos lentos, me siento muy liviano mis pies apenas  palpan el suelo casi puedo flotar en el aire, de pronto la veo a ella.
Es  la imagen de Parvati, con el niño dios en brazos, me recuerda a la virgen María con el niño Jesús. Estaba solo en aquel lugar, y vuelvo a pensar en el misterio de la vida y del nacimiento, me acerqué más y pude ver que su rostro se transfiguró al de alguien que me era muy familiar, ¡No puedo creerlo, sos vos!- exclamé y corrí hacia ella, esta vez sabía quién era,  tenía que alcanzarla pero mis pasos eran muy lentos y no podía avanzar, entonces de la desesperación grité, grité su nombre hasta mas no poder, no era Parvati, era ella, mi compañera, mi amor.  El ruido del despertador me asustó aquella mañana, y comencé a dar vueltas, acostado en la cama traté de volver al sueño.
Hice fuerza para dormir y me volvía quedar dormido, aquella fuerza pareció elevarme nuevamente, si me sentí liviano nuevamente y pude volar, arrastrado como en una vorágine parecía estar en el cielo, de pronto al abrir los ojos divisé un  sitio en el horizonte que me pareció deslumbrante, algo semejante a un diamante que flotaba y que estaba rodeado por unos seres que parecían ángeles y a coro de voces me decían que aún no estaba listo para regresar allí, que no me era permitido avanzar más.





            



A la tarde salí a caminar solo, el horizonte estaba poblado de nubes... tal vez no sea consciente de lo mucho que se puede aprender en cada situación, pero creo que  alguien o algo aquí me está enseñando algo. Por alguna misteriosa razón ese extraño libro llegó a mis manos. Era una tarde de sábado, caminaba por el parque hasta llegar a un lugar solitario, allí cerca, estaba  la rambla en todo su esplendor, el viento movía el agua contra las rocas eternas de la orilla,. Seguí caminando y llegué a una plaza donde había chicos que se columpiaban en unas hamcas, que curiosamente pendían de unos árboles de hojas amarillas.
El crujir de las hojas al caminar es un signo del cambio de estación. Cambia... todo cambia... el rocío moja el suelo, el suelo humedece los pies,  los pies se  sienten fríos...
El humo de las chimeneas de las casas se entrevera con la niebla; caminaba acordándome del sueño, cerca de allí una mujer paseaba con dos niños de la mano, al otro lado una pareja recostada sobre un lienzo debajo de un árbol, pasó volando bajo una garza tan dócil y tan bella, en el centro del prado había un pequeño lago casi transparente a orillas del cual me siento a leer:




Cuando caen las barreras,
 todas las flores pueden florecer juntas
en un jardín de esplendor sin igual,
un paraíso terrenal.








Otra tarde, en el Prado. Todas las cosas que me rodeaban, los árboles, la hojarasca, la niebla, el agua, una glorieta de rosas, el banco, las sombras de la tarde, el perfume del aire, me parecían insinuar aquella imagen,  no logré rescatar de la memoria nada más.
La muchacha con la que compartí una parte de mi vida al igual que aquel sueño se había esfumado misteriosamente, su paradero me era desconocido. Había buscado en cajones, pero no encontré ni las fotos que nos sacamos,   simplemente se fue sin dejar rastro, en aquellos días mi vida era un rodar de aquí para allá, su figura era un lejano y breve recuerdo, como un cuadro  en el que vemos un pequeño instante detenido en el tiempo,  sin saber el antes y el después, la imagen congelada de una fotografía que no tiene fondo.
El  otro día, para mi sorpresa escuché su voz cuando dejó un mensaje en el contestador:
-... la serenidad de Aceptar las cosas que no podemos  cambiar…
Viene del valor que tengamos para cambiar aquellas que podemos,
Y la experiencia que vamos adquiriendo nos da Sabiduría para  reconocer la diferencia de cuando podemos y cuando es mejor dejarlas ser....

Y no dijo nada más... Pero, esas palabras me parecieron geniales, inspiradas sin duda en una  plegaria que me resultaba familiar... creo que en la Oración de la Serenidad, que empleaban algunos grupos.


Llegué a casa, volví a escuchar la cinta, entonces llamé a un amigo y averigüé la dirección de varios grupos de autoayuda y meditación...



La tarde siguiente, luego del trabajo, comencé la recorrida. Visité algunos grupos esa semana. La mayoría funcionaba en la sala parroquial  o en el salón de  clase de algunos Colegios. 
Pasó un tiempo hasta que me animé a participar en una reunión. Observé como era. Cada uno hablaba de sí mismo y contaba su experiencia de vida. Había turnos para hablar, y cada cual hacía una especie de catarsis emocional.

Una noche al conversar con uno de los encargados o “padrinos” me enteré que ella frecuentaba el grupo y que había “ascendido” ya no era más una enferma emocional, como se llamaban a sí mismos los integrantes de la terapia. No es muy común que se declare abiertamente algo así, ya que el funcionamiento es en base a la pertenencia al grupo de por vida, pero ella era un caso especial. En otras reuniones logré sacar algunos datos más y, según me dijeron, daba claras muestras de superación, incluso decían que estaba más allá del bien y del mal,  decían que era algo así como una santa en vida ,algunos comentarios me parecían de carácter hagiográfico. Por razones éticas, no podían darme su dirección actual ni su teléfono, pero uno de los “padrinos” me dijo que se fue con los Hare Krishna. Cuando comenté que fuimos pareja y, que tuve  un “accidente” , perdí la memoria, y no la volví a ver, sencillamente no me creyeron, seguramente nunca mencionó mi nombre en la comunidad. Entonces me puse a pensar en lo transitorias que son todas las cosas “Estamos de paso” expresa el dicho popular.  ¿De paso hacia dónde? La vida a veces se asemeja a un tránsito de doble vía: como de ida y vuelta.
Y la vida da vueltas, muchas vueltas…








Un sábado por la tarde, cruzo la por la  orilla del río Santa Lucía, paso por la reserva ecológica, atravieso el puente viejo varias veces,  pensando:
Existe un fenómeno, por así llamarlo, que nos diferencia de las cosas inertes, por ejemplo, hace un rato cuando observé el trabajo de una persona al  manipular un paquete para llevarlo de un lugar a otro, medité en cuanto a esto, cualquier objeto material cuando es trasladado por un artilugio, un brazo mecánico, una palanca, un autómata, algo que en el mundo físico ejerza un movimiento o una fuerza, el mismo es sutilmente distinto del que puede realizar el brazo de un ser vivo, que al parecer le imprime otra cosa al objeto que toca, un alo vital, un espíritu, quizás la intención o algo que no se puede determinar asimismo; tal vez se puedan explicar esos casos de cuando una  máquina al ser accionada por otra mano, tiene otro rendimiento, de acuerdo a la persona, el mecanismo responde de otra manera y parece cobrar vida.
¿Es quizá una huella de lo que llamamos alma o espíritu, es quizás la esencia que nos diferencia de los objetos inertes?

Volví a pensar en ella. Sabía que estaba viva, oí su voz en el contestador y a pesar de usar palabras impersonales y distantes, la reconocí al momento. Me viene de vez en cuando una imagen recurrente: Ella vestida con ropas de Hare Krishna lista para subir a un autobús que la llevaría lejos.

Distintas corrientes filosóficas plantearon variados conceptos acerca del sentido de la vida, aquí estamos transitando un camino, un sendero que no sabemos hacia dónde nos lleva. Así como aquella tarde no supe donde me llevaría el camino aquel por el cual partí raudamente, luego de la discusión.
Traté de recordar los detalles: tomé  el camino de siempre, por Bulevar España hacia el centro, llegué a un cruce, no reparé en los semáforos, miré a los la­dos mecánicamente, vi que pasaba un coche, pero también vi que estaba a una distancia “segura”. Aun así, fui alcanzado, quizá por una moto que intentaba adelantar a aquel coche y que esta­ba fuera de mi campo de visión.
Creo en las señales; todo había cambiado por completo: lo que tenemos que aprender está siempre delante de nuestros ojos, basta con mirar alrededor con respeto y atención para descubrir un camino nuevo, y el paso más acertado que debemos dar después; ese paso no fue el acertado, en un segundo vi como un gran destello de luz cual si fuese un relámpago en plena tormenta:
El suelo pareció moverse hasta dar un giro completo, pude fijarme en algunos chispazos de luces a mi alrededor Recuerdo la sensación de desconcierto, el viento caliente parecía zumbar en mi oído junto con el ruido de una explosión  en la distancia; luego todo se oscureció.                  
Me vi empujado a gran velocidad hacia un agujero negro, donde podía distinguir una luz al final. Antes de llegar allí, unas manos invisibles tiraron de mí hacia atrás con gran violencia, y desperté con voces y gritos a mi alrededor; no debió de durar más que unos segundos. Sentí el sabor de la sangre en mi boca, el olor del asfalto mojado, y entonces me di cuenta de que había sufrido un accidente. Luchaba por mantener la conciencia, lo intenté pero no podía  moverme. No sentía  dolor lo que me preocupaba más aun, a lo lejos oí una sirena, alguien me pedía que estuviese tranquilo, asegurándome que no me iba a morir. Quería creer en esas pala­bras, quise saber quién era y que  se quedase más tiempo a mi lado, pero al cabo de unos instantes solo oía ruido, tenía un zum­bido horrible en mis oídos: el resto era silencio y oscuridad completa.
Cuando desperté ya estaba en el Hospital, no sé cuánto tiempo pasó hasta que la luz finalmente llegó a mis ojos, sentía mucho frío y el cuerpo me temblaba, una mano suave tocó mi cabeza, un rostro que parecía candoroso secó el sudor de mi frente:
–No se preocupe –dijo alguien  de cabellos castaños, ropa blanca y voz femenina.
–Heridas generalizadas. Si le traigo un espejo, se que­dará horrorizado con su aspecto, pero se le pasará en unos días.
Intenté levantarme, ella no me lo permitió. Enton­ces sentí un dolor punzante en la cabeza.
–Ha sufrido un accidente, el dolor pasará pronto.
–Por favor no aguanto –dije con esfuerzo–mi cabeza está punto de estallar.
Aparecieron dos enfermeros y me pusieron en una camilla. En eso noté que llevaba un aparato ortopédico alrededor del cuello.
–Tendrá que llevar este colla­rín durante algún tiempo, le incomodará un poco al principio pero es necesario, nunca se saben las consecuencias de un golpe en la cabeza.
–¿Cuánto tiempo, no sé ni dónde estoy?
Nadie respondió.
Aquel cortejo siguió por el pasillo del hospital: ella, dos enfermeros que empujaban la camilla y yo que no sabía ni quien era.
 La cabeza me dolía cada vez más.
–Enfermera, la cabeza...
–No soy enfermera, soy doctora, estamos esperando a que llegue alguien de su familia. En cuanto a la cabeza, no se preocu­pe: por un mecanismo de defensa, el organismo cierra todos los vasos sanguíneos en el momento de un accidente para evitar he­morragias. Cuando percibe que ya no hay peligro, vuelven a abrirse, la sangre vuelve a correr, y eso duele. Nada más. En cualquier caso, si quiere puedo darle algo para dormir.
–Doctora, si por favor quiero dormir, no puedo aguantar el dolor.
Ella le dijo algo a uno de los enfermeros que empujaba la ca­milla, se fue y volvió luego cuando ya estábamos en la habitación. Sentí un pinchazo en el brazo y, en seguida, me que­dé dormido.

Cuando desperté, quise saber exactamente qué había ocurri­do, otro médico ya ha­bía llegado, y me lo confirmó: Había sido atropellado por un auto: el que conducía se había hecho cargo de mi traslado al hospital, Según la investi­gación policial hecha justo después del accidente, yo había cruzado un semáforo en rojo según la declaración de algunos testigos, poniendo en peli­gro mi vida y la vida ajena.                  
Aparentemente yo era el culpable de todo, pero el conductor del auto había decidido no poner ninguna denuncia. En el momento del accidente llevaba casco, y eso disminuía mu­cho el riesgo de sufrir algún daño en el cerebro.
–¿Dígame Doctor estoy aquí desde hace más de un día?
–Hace cinco días. Pasó a cuidados intermedios pero estuvo en el CTI, la doctora me llamó solicitó permiso para su traslado. Como creo que ha estado mejorando, aunque muy  lentamente, lo cambiamos de sala.
–¿Y qué me puede pasar ahora?
–En principio, dos días más en cuidados especiales para ver como evoluciona.
-¿Tendré que con este aparato en el cuello?:
- Si deberá llevarlo unos cuantos días más.






Mensajes de Amor

Ella, como si fuese una médium, me mantenía enganchado con un invisible hilo psíquico. A veces se aparecía en sueños y otras me sentía atrapado en una pesadilla, como hipnotizado...
Ya había descifrado parte del mensaje del contestador: la oración de la Serenidad me hizo conocer su pasar por los grupos de autoayuda, cosa que ignoraba por completo, jamás me lo dijo... o por lo menos no lo recordaba, parecía que un aura de mística rodeaba toda la situación.
Con el pasar de los días y las caminatas por la peatonal Sarandí y la rambla, comencé a repensar las cosas...  

Estar feliz es un momento, ser feliz es un estado de ser prolongado, aunque la felicidad nunca es plena y completa.

Quizá fue lo  que intentó decirme en nuestra última conversación...
En ese lapso tuve otro sueño cargado de mística:

Nos hallábamos en un bosque, ella era como un hada,  estaba hermosa con su vestido blanco y un cinturón de gemas, a su lado una cesta y un pequeño cervatillo, nuestras  vestiduras eran de una época antigua, mis ropas eran de guerrero y  a nuestro alrededor había más gente,   de pronto me hallaba inclinado delante de ella, esperaba recibir un fruto de sus manos, los demás guerreros comentaban que era el fruto de la sabiduría y la vida, como en una antigua leyenda, no pude  decir una palabra, estaba como en un éxtasis, aunque era consciente de que estaba soñando no  quería empañar aquel bello momento con preguntas o reproches, luego se desvaneció  aquella escena y desperté.






















Aquella tarde volví a caminar por el Prado, el sendero de pedregullo que bordea el costado del agua esta desierto, a lo lejos el humo de hojas otoñales que  provienen del caserío distante, tomaba formas inesperadas que  se sucedían como símbolos, como si a través de él pudiera leerse un mensaje codificado... antiguamente el humo blanco era un  medio para comunicar señales a distancia, simplemente había que interpretar el lenguaje...
En ese ínterin suena el celular, abro el mensaje y valla sorpresa, el tiempo parecía detenido, volví a ver  el mensaje de texto, creo distinguir el lugar, sí era el Jardín Botánico, y entonces, empiezo a correr hacia allí. Cada vez más deprisa, como queriendo alcanzar el tiempo, corrí con todas mis fuerzas, como nunca corrí en mi vida, como nunca volveré a correr, las calles estaban desiertas, el parque vacío, mi corazón late muy fuerte, siento un nudo en la garganta, sigo cada vez más deprisa, las pulsaciones aumentan.
Entretanto recordaba, corría, corrí tan fuerte como pude, al llegar casi tropecé en la entrada con el guardia, me miró extrañado y me señaló su reloj.
-En quince cerramos- Entré casi sin aliento y al borde de mis fuerzas.
No me importaba solo quería llegar al lugar, seguí corriendo, aminoré la marcha.
Allí estaba ella, de túnica blanca, con la cabeza rapada, y un lunar en la frente.
Me acerqué y la abracé tan fuerte como pude.
Permanecimos así unos minutos,  nos sentamos frente a la fuente. El sonido del agua,  el aroma a incienso, la bruma parecía envolvernos en un ambiente mágico.
El lugar estaba  tranquilo y despejado.
Pasaron unos minutos de silencio, de pronto ella sacó una especie de flauta de su morral y comenzó a tocar una melodía. Después dijo tomándome de las manos:

       

-Meditación y medicina tienen la misma raíz, la medicina cura el cuerpo, y la meditación cura el   alma y también sana el cuerpo en ocasiones, porque somos un todo y no podemos separar una cosa de la otra, simplemente somatizamos emociones.
-¿Cuánto tiempo pasó, cómo estás, que te ha pasado? Te busqué por todas partes-¿Por qué no me dijiste del grupo espiritual? ¿Por qué te hiciste Hare Krishna?
-Sí... Hay cosas que nunca te dije Sam.
-No entiendo, por qué tuvimos que separarnos- interrumpí   agobiado ya.
-Las cosas no son imposibles de arreglar, solo que no probamos la medicina adecuada-dijo mirando la fuente
-¿Cuál es esa medicina?- pregunté nervioso-sus ojos brillaban y tenían paz.

Ella me volvió a mirar a los ojos y pronunció con calma:
-Juntos vivimos un conflicto permanente, aunque después extrañamos un poco, lo superamos todo tomando un poco de distancia.
-¿No estabas enamorada?
No contestó, simplemente empezó a tocar una suave melodía.
-¿Y que va a pasar ahora?- volví a interrumpir- ¿Por qué este encuentro acá, de repente en este lugar?
Ella parecía muy serena, casi ausente.
-No tengo mucho tiempo, ahora Sam, pero es la vida que elegí no lo ibas a entender.
-¿Y como es tu vida ahora, en que cosas pensas?-pregunté con poco aliento
 -Pienso en que tenemos el potencial de experimentar una felicidad absoluta pero no sabemos cómo mantenerla y sufrimos... hasta que despertamos...
-¿Despertamos?
-Sí, despertamos cuando recordamos quienes somos en verdad y por qué estamos aquí.
-Empezamos a recuperar la memoria, cuando eso sucede es como alcanzar un nivel de comprensión superior.
-¿Y que pasa con el amor, renunciaste a eso también?  
Simplemente dejo que el amor sea mi estado de ser, y..., trato de  que no se desvanezca- Luego guardó la flauta y y me tendió su mano abierta. Traté de contenerme pero se me llenaron los ojos de lágrimas, muy dentro de mí sabía que se estaba despidiendo.
-         ¿Crees en espíritus? Pregunte más nervioso y agitado aún.        Caminó hacia la fuente en silencio, y su mirada recorrió todo el paisaje.
-Adiós, cuídate mucho- dijo y se desvaneció en la niebla.
 Es lo último que recuerdo de aquel encuentro. Luego me quedé solo en el banco, no pude saber en que momento ni cómo se fue.
Creo que perdí el conocimiento.
 Se hizo la noche y permanecí junto a la fuente desconsolado, esperando un milagro,   quería que regresara, quería decirle que era buena para mi vida, que me diera otra oportunidad, que las cosas podían mejorar, que la necesitaba y que estaba dispuesto a aprender de ella, deseaba que   nos besáramos en aquel banco y volver a estar juntos, hacer el amor, en fin hacer la cosas que hacen los enamorados... porque creo  que en el fondo de mi ser nuestros caminos volverán a juntarse algún día... 



La  tarde se volvió noche, la niebla se volvió una llovizna espesa que  se hacía sentir; fue un duro golpe aquel fin de la relación,  pero... ¿qué podía hacer? Tal vez  al tratar de sacar lo mejor de la experiencia. Para salir del bajón, con el paso de los días empecé a cambiar la manera de ser, la forma de estar en el planeta, de estar  preocupado por cosas que me parecían importantes, pase simplemente a dejar estarlo, cosas como el cuidar las apariencias, el qué dirán, los dramas  el  pasado, la incertidumbre por el futuro; estaba vivo y era suficiente, solo quedaba aprovechar más el momento,       el presente,      la divina comedia de conocerse uno mismo y luchar por amor.
No fue fácil llegar a este estado de ser en la vida, las cosas pasan y a veces quedan heridas como suele suceder, pero se puede salir... 


Hace un tiempo que me di cuenta de algunas cosas:
A esta altura de mis treinta y pico de años reconozco que:

Ø      Es bueno que te quieran, pero más importante es quererse y aceptarse uno mismo.

Ø      Necesitamos una fe, sin dogmas, sin imposiciones, para vivir libremente.

Ø      La poca o mucha fe que tengamos se refleja en la manera en que encaramos la vida, más allá de rituales y ceremonias, que son bellas pero, no todos los seres la conciben de la misma forma y contenido.

Ø      No necesitamos muchas cosas para ser feliz, la abundancia más importante está en el interior del ser.

Ø      Siempre es bueno volver a intentar   lo que antes no salió bien.

Cuantas veces he tratado de entender y razonar el por qué, por qué se repiten esas equivocaciones en la vida, y porque en ocasiones que creía ya superadas, como una  relación llena de conflictos, reproches, prejuicios, peleas, algún que otro vicio, dar mucho sin recibir nada, vivir pensando en la importancia del qué dirán... en fin, volver a reprobar el mismo examen una y otra vez.
En lo personal, creo que es la escuela de la vida y sus variadas asignaturas y formas de aprender, que nos hace ir hacia delante,…
Estoy sentado en el mismo banco que tuvimos el último encuentro, abro el códice, el viento mueve un poco el pliegue del papel, está un poco oscuro pero alcanzo a leer:

El tiempo libre es importante, en ese lapso la vida puede cambiar, bien aprovechadas esas horas son fundamentales para encontrarse consigo mismo,  para aprender y para crecer.


No existe un final.

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